¿Os acordáis de aquellas máquinas que recogían latas de aluminio usadas en los supermercados, las aplastaban y daban a cambio algún pequeño premio? El reciclaje de estos residuos es uno de los más asentados entre la población. Y al mismo tiempo es uno de los más agradecidos. Tan sólo hacen falta dos meses para que nos bebamos un refresco, lo tiremos al contenedor inorgánico o resto y vuelve a estar en la estantería de un súper reluciente y brillante. Y así una y otra vez. Sin ningún límite.
Atrás quedan los tiempos en los que aparecían decenas de latas tiradas en las cunetas de las carreteras. Durante mucho tiempo era una práctica habitual de algunas personas incívicas beber su refresco mientras conducían y arrojarlo por la ventanilla del automóvil. No olvidemos que estos residuos tardan en degradarse hasta 400 años. Por eso no es raro ver actualmente en algunas de esas cunetas latas totalmente oxidadas que fueron arrojadas décadas atrás. Afortunadamente la población ha ido tomando conciencia de los perjuicios que supone para el medio ambiente semejante comportamiento. Es más, el reciclaje consigue abaratar notablemente los costes de producir una lata nueva. No hay ninguna excusa para no hacerlo.
¿Cómo es el reciclaje de una lata de aluminio?
Lanzar una lata de un refresco usada al contenedor inorgánico es un gesto que vale mucho más de lo que pensamos. De lo contrario, un envase cualquiera de aluminio necesita de la bauxita, una roca que se extrae de la tierra y que es la principal fuente para obtener este metal en todo el mundo. Imaginaos el coste y el efecto nocivo para el planeta que tiene la extracción de la roca y el proceso para lograr finalmente el aluminio. Sabedores de este trabajo, durante la Segunda Guerra Mundial comenzó su reciclaje, aunque más tarde, y con el boom de las latas de refrescos, esta práctica se fue disipando.
Ahora la situación es diametralmente opuesta. La mayor conciencia ecológica de la población ha provocado un positivo cambio de mentalidad. Y a esto ayuda y mucho conocer lo eficiente que es el proceso de recuperación de un envase de aluminio. Según la Asociación de Latas de Bebidas, el ahorro energético está entre el 70% y el 80%. Por este motivo, más de 30% de todo el aluminio que se consume en Estados Unidos (que como podéis imaginar es exageradamente alto) viene de latas recicladas y todo tipo de chatarra que contiene este metal.
Como podemos comprobar en la gestión de residuos de Valladolid, la separación en la planta se realiza de forma muy sencilla. Para ello se utilizan corrientes de Foucalult. ¿Esto qué quiere decir? A través de una corriente de inducción se cargan eléctricamente las latas de refrescos para que abandonen la cinta transportadora y acaben en una misma zona. Un proceso muy sencillo, cómodo y rápido.
¿Qué ocurre después? Se cortan y compactan para acabar en hornos donde se adquieren temperaturas de hasta 100 grados. Los residuos se funden para poder extraer fácilmente el aluminio que será empleado en la fabricación de más envases u otros objetos.
¿Es negativo aplastar las latas antes de tirarlas para reciclar?
Estamos en una época en la que abundan las leyendas urbanas y los falsos mitos. Y todos ellos encuentran el altavoz de las redes sociales para viralizarse y extenderse como la espuma. Una de ellas tiene que ver, como no podía ser de otra manera, con el reciclaje de las latas de aluminio. ¿Es negativo aplastarlas antes de arrojarlas al contenedor inorgánico o resto?
Rotundamente no. Esta práctica no dificulta en ningún momento el proceso de reciclaje. Es más, incluso lo puede facilitar. Algunos de los falsos mitos que se pueden leer y escuchar aseguran que una lata aplastada puede ser confundida en la planta de reciclaje con un papel (te aseguramos que durante la gestión de residuos en Valladolid no sucede eso). En líneas generales, y sin aportar argumentos sólidos, las razones que invitan a no comprimirlas tienen que ver con que dificultan la clasificación. Como hemos visto, el método de las corrientes de Foucault funciona de manera independiente tanto si la lata está aplastada como si no lo está. Es más, la Asociación de Latas de Bebidas asegura que cuando la lata está intacta, tiene más posibilidades de rodar en la cinta y complicar su ‘caza’ aunque, tarde o temprano, se acabará produciendo.
Aplastar las latas de refrescos tiene sobre todo una gran ventaja para el ciudadano. Esta práctica ahorra espacio, uno de los grandes quebraderos de cabeza que hay en muchos hogares. Hay que tener en cuenta que el compromiso con el reciclaje supone dedicar un hueco en casa para el cubo de los residuos orgánicos, el plástico y otros envases, el papel, el vidrio y los residuos que sólo se pueden llevar a los puntos limpios autorizados. Aplastar tanto las latas como las botellas de plástico ahorra mucho espacio y facilita ese bien común en el que estamos todos embarcados: el reciclaje.
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