13 millones de toneladas de plásticos acaban cada año en nuestros océanos. 100.000 especies marinas mueren por esta causa. Más del 90% del agua embotellada contiene microplásticos. Hace falta un siglo para que cada uno de esos residuos logre desintegrarse.
Estas son algunas de las demoledoras cifras de una de las grandes ‘pandemias’ que asolan nuestro planeta. Sin darnos cuenta hemos permitido que el plástico esté omnipresente en nuestro día a día para, presuntamente, hacer la vida más fácil. La bola se ha ido haciendo más y más grande hasta que la señal de alarma se ha encendido. Nuestra vida, lejos de ser más fácil, ha comenzado a estar en peligro. Las imágenes de las islas de plásticos en los océanos han sido el detonante para que la conciencia se despierte. Es inviable seguir así. La Tierra no puede asumir más residuos de este tipo porque ya es complicado tratar de gestionar los que ya tenemos. Hay que actuar.
¿Por qué hemos llegado hasta aquí?
Tan sólo hay que hacer un pequeño viaje en el tiempo veinte o treinta años atrás para comprobar que la cantidad de plástico que se usaba era inmensamente menor. La leche se podía vender perfectamente en un envase de cristal y las galletas no aparecían envueltas en un sinfín de pequeños paquetes como ocurre actualmente. Son sólo dos ejemplos, pero hay muchos más.
Actualmente los envases y embalajes representan la mayor parte de los plásticos que se consumen y su promedio de utilización es de sólo seis meses. La construcción, el sector eléctrico, la industria textil, los juguetes… Este material ha invadido absolutamente todo. Según Greenpeace, el 79% de los plásticos desechados hasta la actualidad están en vertederos o el medio ambiente. Algunos se han encontrado en los océanos a 10.000 metros de profundidad. Y diariamente se abandonan en España 30 millones de botellas de plástico. Sin darnos cuenta en pequeños gestos de nuestro día a día hemos convertido un material que parecía inofensivo en una amenaza de la que es muy complicado librarnos.
¿Qué podemos hacer?
En esta batalla no podemos lanzar la pelota a otro tejado. Tampoco hay que caer en la resignación porque estamos a tiempo de reaccionar. Y, por supuesto, no hay que pensar que lo que hace una persona no sirve para nada. Cada vez son más los movimientos y campañas que intentan concienciar a la población de la necesidad de reducir el consumo de plástico.
Una de las medidas que poco a poco van calando es el uso de bolsas de algodón o de materiales reciclados para hacer la compra. La prohibición de que supermercados y tiendas entreguen bolsas de plástico de forma gratuita e indiscriminada al cliente ha servido para cambiar el ‘chip’. Hemos comenzado a llevar nuestras bolsas y de forma paulatina se ha comenzado a enmendar una situación que era insostenible.
En muchas ocasiones tenemos que pensar que existen alternativas a los plásticos más higiénicas y cómodas. Un ejemplo lo tenemos con las botellas de aluminio en las que podemos llevar agua, zumo o el café. Pero también con el menaje de cristal, mucho más limpio y fácil de desinfectar que el de plástico. Los fumadores pueden recurrir a las cerillas en lugar de gastar un sinfín de mecheros de plástico desechables que tienen un gran poder contaminante.
Asimismo existen otros hábitos que es posible modificar sin que ello suponga una tragedia. Olvidarnos de las pajitas para disfrutar de un refresco. Según Greenpeace cada día se consumen sólo en España 13 millones de pajitas. Estamos a la cabeza en Europa y no olvidemos que muchas de ellas acaban en el gran vertedero del plástico, los mares y océanos. Las fabricadas en acero inoxidable son una buena alternativa y las podemos llevar nosotros mismos desde casa.
Evitar los chicles, que no tienen que ver con los originales de décadas atrás y ahora poseen una gran presencia de plástico. Apostar por los alimentos a granel, los que se presenten en latas o frascos de cristal y tratar de consumir productos que estén envasados en cajas en lugar de botellas (por ejemplo, el detergente).
¿Cómo se gestionan los plásticos en Valladolid?
Queda claro que es fundamental reducir el consumo de plásticos. Pero en muchas ocasiones es inevitable y en este momento entra en juego el reciclaje. Estos residuos se pueden recuperar y emplear en industrias tan diversas como la textil y la construcción.
En Valladolid los plásticos se arrojan en el contenedor fracción resto, ya que no existe el amarillo. Una vez que son recogidos y separados en función de su tipología, se llevan a la Planta de Tratamiento de Residuos y posteriormente a las plantas de reciclaje para que puedan tener una segunda vida. En estas últimas el plástico se tritura para que puedan ser empleado en la fabricación de nuevas bolsas, envases, tuberías, fibras textiles…
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